“Uruguay es un país agro exportador, donde el sector pecuario ha tenido tradicionalmente más peso en su economía que el agrícola (Finch 2005). Al igual que otros países del CONOSUR, desde principios de la década del 2000 ha atravesado por un proceso de sojización (Soutullo et al. 2013) que otros autores han denominado como "intensificación agrícola" (Ernst et al. 2010) o agriculturización (Lapitz et al. 2004). Este proceso fue influenciado por el crecimiento de los precios y la demanda de mercancías del sector primario en los mercados internacionales y supuso la adopción de un "paquete tecnológico dominante" que combina el uso de soja transgénica, la siembra directa y el uso de plaguicidas sintéticos en distintos momentos del ciclo productivo (Blum et al. 2008; Cáceres 2018; Ernst et al. 2010; Galeano 2017b; Soutullo et al. 2013). El área sojera prosperó en detrimento de otras producciones, pasando de ser un cultivo casi marginal a comienzos del 2000 a ocupar cerca del 90% del área agrícola en 2016 (Figueredo et al. 2018). En 2013 alcanzó el primer lugar en el valor de las exportaciones (Figueredo et al. 2018). Cabe aclarar que tanto en la literatura especializada como en el uso cotidiano, los plaguicidas pueden ser nombrados de varias formas: "plaguicidad", "pesticidas", "productos fitosanitarios", "agroquímicos", agrotóxicos", "venenos", "remedios", entre otros. Como plantea Burger (2012) y como se irá analizando en el correr de los capítulos etnográficos, las variaciones en dichas denominaciones denotan sentidos técnicos y políticos dados a estas sustancias. En este estudio se utilizará el término técnico de plaguicida, ya que siguiendo a Burger (2012) esta denominación implica explicar que se trata de sustancias que son biocidas, es decir, que tienen la potencialidad de matar organismos vivos."