“Gran parte de nuestros escritos actuales sobre el Estado Evaluativo giran en torno a su instrumentalidad, es decir, la dimensión técnica de los sistemas institucionales de gestión, sus repercusiones en la productividad académica, (…) en el ámbito del poder, la influencia y el estatus, (…) sobre los costos unitarios y sobre los instrumentos de una nueva vigilancia—indicadores de desempeño, índices de calidad, establecimiento de 'estándares' a través de 'benchmarking'. Se concentran obsesivamente en las mejores palancas para inducir a la academia a cumplir con los objetivos, metas y compromisos establecidos por ese subconjunto vago y autocomplaciente que constituye el liderazgo de la empresa evaluativa”. (p. 266, traducción propia)